Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100183
Legislatura: 1887-1888
Sesión: 25 de junio de 1888
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Duque de Tetuán.
Número y páginas del Diario de Sesiones: 141, 2916-2920.
Tema: Discusión sobre dimisión del Sr. Martínez de Campos del cargo de Capitán General de Castilla la Nueva.

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros (Sagasta): Empiezo por agradecer al Sr. Duque de Tetuán las protestas de cariño que ha hecho hacia mi persona y hacia las de mis dignos compañeros; protestas de cariño a las cuales he de procurar corresponder, pero como a las protestas debe corresponderse, porque yo agradezco mucho el amor que S.S. me demuestra, pero quisiera más que el amor su justicia, y yo que voy a corresponder al cariño que S.S. me profesa, corresponderé haciéndole la justicia que S.S. me ha negado, a pesar de ese tan decantado amor y de esas protestas tan repetidas de que no tiene prevención alguna contra nosotros.

En primer lugar, si reparan los Sres. Senadores en la tesis del discurso del Sr. Duque de Tetuán, no podrán menos de convenir conmigo en que maldita la falta, ni maldita la necesidad que tenía de pronunciarlo esta tarde, porque hubiera venido muy bien cuando empiece aquí la discusión de las leyes económicas. ¿Por qué esa impaciencia en distraer la atención del Senado un día antes, cuando cuadra más bien y más oportunamente en la discusión de los presupuestos todo el discurso que S.S. ha pronunciado, cuando además con él S.S. plantea cuestiones que si se debaten tan extensamente como S.S. lo ha hecho, van a ser un obstáculo, una rémora inesperada a la discusión y aprobación de todos los proyectos económicos, no solo de aquellos que necesitan vuestra aprobación para regularizar la situación económica, sino de aquellos otros que sin que sea necesario que los aprobéis para legalizar la situación económica, sin que haya en ellos conveniencia alguna para el Gobierno, son de gran utilidad y provecho para el país? ¿Qué necesidad tenía S.S. de tanta impaciencia? ¿Por qué me demuestra S.S. de esa manera todo su cariño y adhesión?

Pero en fin, S.S. lo ha creído así oportuno y por creerlo así, ¿qué es lo que ha hecho? Ha tratado muy a la ligera el asunto que podía haber sido causa de su interpelación; y en cambio, ¿qué es lo que ha discutido muy extensamente? Pues los mismos puntos y con las mismas formas y de la misma manera que los ha tratado otras veces; porque yo declaro, señores Senadores, que este discurso que el Sr. Duque de Tetuán ha pronunciado esta tarde es el quinto de los que S.S. ha hecho bajo el mismo patrón; ni más ni menos. Ha tocado las mismas cuestiones, en la misma forma, con las mismas melosidades, si se me permite la palabra, hacia mi persona, para sacar las mismas consecuencias y para decir que todavía, aunque está fuera de la organización del partido liberal y aunque se declara rebelde de la dirección de su jefe, pertenece al partido liberal; y refiriéndose a mí, aunque en realidad todo lo hace el partido liberal, porque, al fin y al cabo, yo solo no hubiera hecho nada si no me hubiese ayudado el partido liberal, ahora como en las veces anteriores, deduce S.S. la consecuencia de que absolutamente todo lo que he hecho (que lo he hecho, repito, con el apoyo de las mayorías y del partido), todo es malo para S.S. ¡Y S.S. todavía quiere pertenecer al parido liberal! Es una buena manera de querer pertenecer a un partido. (Risas).

Y luego, señores, ¡qué injusticia! El que se llama amigo, el que se dice correligionario, aunque prescinda de la dirección del jefe y del Presidente del Consejo de Ministros, y aunque viva separado de la organización del partido, no hace más que manifestar todo aquello que le parece malo. Pero ¡por Dios, Sr. Duque de Tetuán! la justicia exigía, no del que se llama amigo, sino del adversario más acérrimo, que ya que S.S. pone en un platillo todo lo que le parece malo, pusiera en otro los beneficios de la política del partido liberal. Aun sin ponerlos, de la misma tesis de su discurso resultaba que esos beneficios existen, porque después de todo, si el partido liberal no ha hecho más que cosas malas, según S.S.; si la política que hasta ahora ha desenvuelto, lo mismo en la parte moral que en la economía y que en todas las esferas de la gobernación del Estado es tan mala y ha producido tan funestos resultados, ¿por qué ese deseo de S.S. de que continúe el partido liberal en el Poder? Pues será, sin duda, porque ve S.S. que la política liberal ha producido algún buen resultado; será porque crea S.s. que esta política ha dado algo favorable para las instituciones y para el país, porque si no, el patriotismo más elemental exigía que cayera este partido inmediatamente, y cuanto antes mejor, y viniera otro a plantear otra política más conveniente a las instituciones y más provechosa para el país. (Muy bien).

Y es que S.S. está tan apasionado, sin saber por qué; es que le ciega de tal modo la pasión, que no ve en sus amigos, en su partido, ni aún en lo que ven nuestros adversarios, y vuelve a repetir las mismas cosas que antes había dicho, respecto a la moralidad política y económica, pero siempre en términos generales, en abstracto.

¿Qué ha hecho el Gobierno en lo relativo a moralidad? Pues ha hecho lo que podía hacer, lo que hubiera hecho cualquier otro Gobierno en su lugar; sólo que S.S. descubre solamente el mal y no el bien, sin contar además con que en cuestiones de moralidad no se ve lo que se evita, sino lo que se realiza, y aún de eso, no ha podido S.S. denunciar ningún caso concreto. El Gobierno ha hecho todo lo que ha podido y ha debido hacer, que es, primero, presentar varios proyectos de ley que se hallan pendientes de discusión, y después, encargar gran energía a las autoridades desde los tribunales abajo, y exigirles estrecha responsabilidad; y ya sea por esto, ya por otras causa, allí donde la inmoralidad aparecía desde antiguo con más vigor, ha disminuido hasta el punto de que el bandolerismo de la isla de Cuba ha desaparecido casi por completo, a pesar de que era una llaga crónica, y la moralidad en las aduanas se ha restablecido hasta el extremo de que en la última recaudación [2916] de que tiene noticia el Gobierno, la del mes anterior, asciende el aumento hasta cerca de 300.000 duros, siendo además la represión del contrabando tan enérgica y tan eficaz como no la ha habido jamás. ¿Qué más quiere S.S. que de momento haga el Gobierno? ¿Por qué no recuerda S.S. lo hecho, y por el contrario afirma que el Gobierno no hace nada y que las cosas están como estaban, si no peor? ¡Ya estoy cansado de oír hablar de esta manera de cuestiones de moralidad! Eso es muy socorrido cuando se quiere hacer daño a un Gobierno, cuando se quiere hacer daño a un partido, cuando se quiere hacer daño a una personalidad, y de eso tiene S.S. cruel experiencia.

Eso no se puede hacer, eso no se debe hacer, y sobre todo, no se puede ni se debe hacer por el que se llama amigo.

¡Hablar de moralidad y de inmoralidad al Gobierno y en términos generales! ¿Pues no comprende S.S. que, no solo me hace daño a mí, sino que hace daño al Gobierno, que hace daño al partido y a la Nación? ¿Es que eso quiere decir que hay en España un partido, que hay un Gobierno que mire con indiferencia las cuestiones de inmoralidad, ya que no las proteja? Pues con esto no ofende sólo S.S. al Presidente del Consejo y a los Ministros, ofende al partido liberal y a la Nación española, en la cual no hay partido capaz de proteger o ser indiferente con la inmoralidad. (Muy bien, muy bien).

¿Dónde iríamos a parar si sólo por lo que se oye o por lo que se dice por los adversarios de una situación hubiera uno de venir aquí a arrojar cieno a la frente de los hombres que están llamados al gobierno del Estado y que gozan de la confianza de S. M. y tienen el apoyo de los Cuerpos Colegisladores? ¿Qué sería de todos nosotros? ¿Qué sería de S.S.?

Su señoría cree que el conflicto, o la desgracia que ha ocurrido (que yo como tal la considero), es debido al fatalismo a que yo vivo entregado, porque, a su juicio, debí poner más cuidado en la administración del ramo de la Guerra, puesto que, en opinión también de S.S., el Ministro llamado a dirigirlo no tenía toda la preparación necesaria, por ser un general que no estaba aún en condiciones a propósito para ir a desempeñar aquel departamento ministerial.

Yo no sé qué preparación exige S.S. para ser Ministro de la Guerra. El general Cassola es teniente general; ya de antiguo ha desempeñado los cargos más distinguidos en la milicia; había sido director de las armas más importantes; era antiguo Diputado; ¿qué más se necesita para ser Ministro de la Guerra? Ha prestado sus servicios, eminentes todos, en Cuba y en la Península, ¿pues qué más se le puede pedir?

Pero supone S.S. que dicho general no ha dado pruebas de práctico, porque presentando unas reformas militares, ha promovido distintos conflictos, ha hecho surgir muchas oposiciones.

¡Ah! Señor Duque de Tetuán, la cuestión de las reformas militares es un asunto muy delicado y difícil, que ha de producir siempre mucha discusión y muchos disgustos; pues los ha provocado antes, los suscita hoy y los producirá mañana, como no puede menos de suceder.

¿Qué ha ocurrido con las reformas del general Cassola? Pues ha sucedido, ni más ni menos, lo que con las reformas presentadas por todos los generales; que han excitado la oposición de todos aquello cuyos intereses se ven contrariados. Recuerde con este motivo S.S. lo ocurrido con las reformas, que, comprendiendo mucho menos que las propuestas por el general Cassola, presentó en una ocasión, creo que el año 59, su ilustre ascendiente el Sr. Duque de Tetuán, que se marchó el 63 y al cabo de cuatro años no pudo sacarlas del Parlamento.

¿Cómo, pues, hace S.S. cargos al general Cassola porque hayan encontrado sus reformas o planes vivas oposiciones, cuando también las produjeron, y tan grandes, las del general Sr. Duque de Tetuán?

Pero en fin, después de todo, al general Cassola, que habrá podido proceder con más o menos circunspección (no vamos a discutir eso, si bien yo creo que con mucha), en la forma y modo de presentar sus reformas, no se le puede decir que no ha tenido prudencia, cuando se trata de un Ministro de la Guerra que ha hecho las declaraciones que él hizo en el otro Cuerpo Colegislador, que es donde que han discutido sus proyectos; que ha admitido transacciones, que ha hablado con todos los jefes de los partidos, y que estaba dispuesto a que no se llevaran a cabo sin el concurso de todos los partidos y atendiendo a todos los intereses y reclamaciones justas.

¿Hay aquí falta de prudencia? Lo que hay es que el asunto es delicado y largo de resolver, porque no pueden salir en una o en dos legislaturas reformas de tanta importancia.

En último resultado, el general Cassola ha hecho lo que cualquier otro general hubiera procurado con las reformas; proceder con el espíritu conciliador con que las presentó; y con ese motivo S.S. ha dicho que yo he hecho muy mal en declarar bandera del partido liberal las reformas militares, y me hacía la pregunta siguiente: ?¿es que S.S. hace bandera del partido liberal el proyecto presentado por el señor general Cassola?? No; ese proyecto o cualquier otro cerrado, no lo puedo yo hacer bandera del partido liberal. Si el mismo autor que ha presentado las reformas no las ha hecho bandera suya en ese concepto; si están ya sumamente modificadas; si además ha hecho las declaraciones más explícitas y terminantes de que lo que quería era que salieran las reformas corregidas hasta donde fuera posible, apelando al concurso de todos y con un amplio espíritu de transacción, ¿no está bien claro que no se podía hacer bandera del partido liberal el proyecto del general Cassola? Lo que yo declaré bandera del partido liberal, es la necesidad de las reformas, porque hasta ahora no conozco ningún partido, ni hombre político, ni ningún militar que no haya declarado que las reformas militares son necesarias, y eso es lo que he dicho yo: que no hay partido ninguno que no quiera las reformas.

El partido liberal, en este concepto, levantaba la bandera de las reformas militares, y yo quería, como quiero hoy, que esas reformas se discutan, que no se miren con prevención, que no se vaya a ellas con el deseo de echarlas abajo, sino con el propósito de aceptar todo lo que sea aceptable y de mejorar aquello que no sea bueno; porque vale más, ya que tenemos una base, continuar con ella, que no dar lugar a que cada general u hombre civil traiga su plan de reformas debajo del brazo para que no se haga ninguna; y en último resultado, lo que yo quiero, es que todos vayan con el ánimo sereno a juzgar lo que es aceptable y a modificar o desechar lo que en su opinión no sea bueno; porque no hay que perderse en [2917] circunloquios, las reformas serán necesarias, pero no se harán si no se miran sin prevenciones. En este concepto, pues, es como yo he declarado bandera del partido liberal las reformas militares; es decir, en principio y como necesidad indispensable y urgente, porque no se puede tener un ejército al que se le dice todos los días: ?vamos a hacer reformas que mejoren tu situación?, y que éstas nunca lleguen. No hay remedio: o hay que hacerlas, o hay que decirle que no se hacen.

Supone el Sr. Duque de Tetuán que el Sr. Cassola no fue llamado al Ministerio de la Guerra porque estuviera preparado para la dirección de ese departamento, sino porque yo lo necesitaba para la ponderación de las fuerzas políticas que componen el partido liberal. Está S.S. completamente equivocado; yo propuse a S. M. la Reina el nombramiento del general Sr. Cassola para Ministro de la Guerra, porque creí que podría dirigir con acierto este departamento, y no se me ocurrió que él pudiera servirme para completar la ponderación de las fuerzas políticas que existen dentro del partido liberal. Pero añade S.S., que como le llevé al Ministerio para buscar esa ponderación, ahora que en su lugar ha entrado un general que no pertenece a ningún partido, resulta que este Ministerio ha quedado sin la debida ponderación, porque le falta el elemento procedente del partido conservador.

Declaro que no se me había ocurrido nunca buscar aisladamente el apoyo de esa parte desprendida del partido conservador, porque yo había entendido que esos valiosos elementos venían ya confundidos con la unión liberal, que es la que constituye la derecha, viniendo luego el elemento democrático a formar la izquierda, y con ella la ponderación de todas las fuerzas, del extensísimo partido liberal español; pero nunca creí que debía clasificar a los hombres de la unión liberal o de la derecha, según procedieran o no del partido conservador. No; nunca se ha atendido a eso, porque ese mismo cargo que S.S. quiere hacer al Ministerio por su actual constitución, suponiendo que falta un elemento para la ponderación completa del partido liberal, ese cargo ha podido hacerlo antes.

¿Qué significación tenía el general Castillo? ¿Representaba al partido conservador? Jamás ha pertenecido el general Castillo al partido conservador; ha sido siempre un militar, un soldado que ha figurado poco en la política, pero de haber estado en alguna parte ha sido sin duda el partido liberal, y por esto era siempre mi candidato como hombre liberal; de manera que el Ministerio aquél del que formó parte el general Castillo, padecía de la misma enfermedad que el Ministerio actual, sino que entonces su señoría no lo advirtió, y hoy no solo lo advierte, sino que le parece muy mal y hasta peligroso. ¿Para qué quiere S.S. hacer una división de la antigua derecha que no ha hecho otras veces? Qué poco le tiene que agradecer mi distinguido amigo el Sr. Alonso Martínez, el cual se ha creído que representaba dignamente a esos elementos, porque aquí no ha habido más que tres elementos para constituir el partido liberal: derecha, procedente de la unión liberal; centro, que es el antiguo partido constitucional, y lo que se llama izquierda, que es la fracción democrática, que aceptando la Monarquía, ha venido a completar el gran partido liberal.

Pero si fuéramos a dividir ahora las representaciones de los diversos grupos y de las distintas procedencias, ¿a dónde iríamos a parar? Sería preciso hacer un Ministerio de 14 ó 15 Ministros para dar representación a 14 ó 15 procedencias distintas. Y eso no puede ser, ni ha habido motivo para dirigir por ello cargos al Gobierno; pero S.S., en su afán de dirigirlos, hasta por esto los ha formulado.

Deseando salir de todo aquello que pueda rozarse con la cuestión militar, no quiero ocuparme del cargo que S.S. me ha hecho suponiendo que yo he sido responsable del conflicto surgido entre el capitán general del distrito de Castilla la Nueva y el Ministro de la Guerra del Gabinete anterior. Sobre esto ya he dicho todo lo que tenía que exponer; y lo he manifestado con completa sinceridad, porque en esto, como en todo, lo mejor es la verdad, puesto que la verdad siempre triunfa. Después de las declaraciones que oportunamente hice, no creo que deba añadir ni una sola palabra. Su señoría me hace a mí responsable del conflicto, el país sabe lo que ha pasado; y yo entiendo que el país no será de la opinión de S.S.

Vamos ahora a lo que S.s. llamaba la parte política. Dice S.S. que ya cuando se discutió el mensaje recobró su libertad de acción; y en verdad, en verdad que la ha ejercitado desde entonces como lo ha hecho ahora; porque cuando S.S. tomó esa actitud singular de pertenecer a un partido estando fuera de su organización, y siendo rebelde a la dirección del jefe del partido y del jefe del Gobierno para criticar en absoluto todo lo que hagan el Gobierno y el partido de que dice formar parte; sin haber advertido S.S. esta situación especial en que después se colocó y en que insiste, ya S.S. no hizo más ni menos que lo que ha hecho hoy. Pronunció un discurso exactamente igual al de esta tarde; en él nos habló de la inmoralidad, de la mala administración, de la cuestión económica; en una palabra, tocó los mismos puntos que hoy ha examinado. Respecto a inmoralidad, ya no quiero añadir más a lo que he expresado. Examinemos la cuestión económica.

Y respecto a esta cuestión, ¿quién ha dicho a S.S. que unas veces me he declarado librecambista y otras por el contrario, proteccionista? Lo primero que he afirmado (y no me demostrará S.S. otra cosa), es que como hombre de partido, no soy ni librecambista ni proteccionista; y si fuera lo uno o lo otro en teoría, no lo sería en el Gobierno; como en el Gobierno no es librecambista ni proteccionista ninguno de sus individuos, como tales Ministros. Así lo hemos repetido hasta la saciedad. Dentro de estas condiciones, ¿qué quiere S.S. que hagamos?

Que no hemos oído los lamentos de la agricultura; que no hemos hecho nada por el agricultor, ni por el industrial. ¿Qué Gobierno ha hecho más que el actual? ¿Conoce S.S. alguno que en menos tiempo haya hecho tanto? Pero S.S., que está dispuesto a desconocer todo lo bueno que haga el Gobierno, y a aumentar y exagerar lo malo que pueda hacer, porque no hay nada perfecto en esta naturaleza desdichada; ya que no tiene nada malo que decir, afirma que no hemos hecho cosa alguna en la cuestión agrícola e industrial, olvidándose de que hace más de un año que no venimos haciendo otra cosa. Hemos dictado disposiciones insertas en la Gaceta, relativas a todo lo que depende del Gobierno y puede ser objeto de Reales decretos o de Reales órdenes, y hemos presentado proyectos de ley importantes, en los cuales se ha hecho [2918] mucho por la agricultura, no tanto como hubiéramos deseado, porque deseamos hacer tanto como S.S. quiere, pero todo lo que es posible hacer y más que ha hecho hasta ahora Gobierno alguno.

¡Qué no hemos realizado economías! Pues ¿no sabe S.S. que, por lo menos, en los presupuestos pendientes de discusión figuran 10 millones de pesetas de economías, próximamente 11?

¡Qué no hemos mejorado la situación del contribuyente, sobre todo del contribuyente agricultor! Qué, ¿ignora S.S. (y si lo sabe no debe callar) que el año pasado hicimos una pequeña rebaja en la contribución territorial, que este año se realiza una mayor, y que estamos en camino de hacerlas cada vez de más cuantía, hasta igualar los tributos de todas las clases del Estado?

¡Qué no llevamos ninguna mejora a las contribuciones! Pues ¿no sabe S.S. que hay una modificación importantísima en el ramo de consumos, de la cual resulta que los pueblos pequeños quedan altamente beneficiados? Y después de todo esto, después de haber buscado el medio de impedir lo que antes sucedía con el ganado; después de otras muchas necesidades, ¿desconoce S.S. que mejoramos el presupuesto, que tendemos a su nivelación, y que además hemos hecho en la cuestión de los vinos todo lo que es posible hacer, evitando la crisis terrible que amenazaba? ¿No sabe S.S., por otra parte, que esos compromisos de gastos que dice hemos adquirido, se refieren a las obras públicas necesarias e indispensables para mejorar la agricultura, porque nada adelanta el agricultor con que le rebajemos el tributo si no se le dan vías de comunicación por las que pueda tener facilidades para exportar sus productos?

Y entre ese dinero que supone un aumento, ¿no está el que cuesta la escuadra, que ni siquiera es obra nuestra, y que ya que S.S. solicita que tengamos aquí la representación del partido conservador, debe recordar que él nos dejó planteada la creación de aquélla, ya discutida en el otro Cuerpo Colegislador, pendiente de debate en éste, y que ha ayudado a su realización; obra por cierto con la que pensamos también mejorar y atender a la industria, procurando que el dinero que se gaste se quede en el país, para que no solo sea un modo de fertilizar la vía industrial, sino que, además, con ese motivo se creen aquí industrias que no existen y son precisas par el porvenir del país? ¿Ha habido aquí Gobierno alguno que haya hecho tanto, en este sentido, en tan poco tiempo? ¿No sabe también S.S. que tenemos ya fábricas de cañones y astilleros militares, que antes no existían? ¿Qué ramo de la industria ni de la agricultura han dejado de ser objeto de la atención y solicitud del Gobierno? Pues por lo menos S.S., ya que no amigo mío, amigo del partido liberal, debía decir estas cosas para que el país las supiera, y también como razón para que continúe en el Poder el partido liberal, puesto que S.S. lo desea.

Y después de esto, ¿ha abandonado el Gobierno sus compromisos políticos? ¿No los va realizando al mismo tiempo? ¿Pues qué más puede S.S. exigir a un Gobierno amigo? Todavía comprendo que se manifiesten descontentos los adversarios; ¡pero S.S. descontento de un Gobierno que hace todo esto que S.S. calla, para proclamar todo aquello que, pintado por S.S. bajo su punto de vista, resulte desagradable! Eso no se puede hacer.

El programa que viene presentando en los presupuestos, además de las economías hechas, pide un asunto considerable de éstas, y una transformación de servicios; pero esto, Sres. Senadores, no se puede realizar en un día, porque una de dos: o todos los Gobiernos anteriores han estado ciegos y todos los Ministros de Hacienda muy distraídos, o es imposible de todo punto que en un año se hagan rebajas tan extraordinarias que lleguen a 100 ó 200 millones de pesetas. ¿En qué han pensado, si no, los Ministerios, los Gobiernos y los partidos que nos precedieron que de manera tan lastimosa se descuidaron? No, señores; se ha ido acudiendo a todos los servicios como se ha podido; y si bien es cierto que las vicisitudes por que ha pasado este país y las luchas intestinas que hemos sufrido, pueden haber ocasionado alguna perturbación en los presupuestos, desde ahora es cuando se puede y debe remediar el mal; pero suponer por ello que un presupuesto se puede volver de de arriba abajo y de la noche a la mañana, eso no es posible ni decirlo, procediendo prudentemente, como debe hacerse en asuntos que tocan a la gobernación del Estado.

Señores, como resultado y prueba de que la política económica del Gobierno no es tan mala, a pesar de que todavía está en embrión (porque hasta el año pasado no empezamos esta obra ni era posible hacerlo), la prueba es que en el exterior se considera nuestro crédito como no se ha considerado jamás, porque suponen que hemos entrado en el camino de la seriedad y de las economías en los presupuestos, y que esta Nación se cuenta ya en el rango de las que tienen crédito, formalidad y prudencia en la administración de sus intereses.

Ahora bien; que esto no es tanto como quisiéramos y que hay que hacer más, es indudable y no se puede negar. Si el Sr. Duque de Tetuán dijera que se ha hecho poco o mucho, como lo quisiera calificar, pero que todavía hay que hacer más, yo contestaría: tiene razón el Sr. Duque de Tetuán, y con tanto gusto lo declaro, que además le pido que me ayude para seguir en este buen camino que hemos emprendido, dándonos sus consejos y su auxilio, porque tengo gusto en pedírselo a todos para continuar nuestra marcha por esta senda tan beneficiosa para los intereses del país.

Pero el Sr. Duque de Tetuán no dice esto; todo el caballo de batalla está en otra cuestión: habremos hecho mejoras en pro de los agricultores; habremos procurado aliviar la suerte del labrador, pero no tocamos los aranceles y por esto somos librecambistas impenitentes. Señores Senadores, ¿qué tiene que ver esto con el libre cambio ni con los librecambistas? La cuestión de levantar los aranceles consistirá en decidir si se debe ser más o menos proteccionista; en averiguar si la agricultura necesita más protección de la que le dan hoy los aranceles; pero tratándose de artículos de primera necesidad, decir que la imposición del 25 por 100 de su valor es libre cambio, yo no lo entiendo; eso no se llama libre cambio en ninguna parte; eso es, no ya una protección sencilla, sino una protección respetable.

¿Es que conviene aumentarla todavía? He aquí la cuestión; ni más ni menos.

El Gobierno cree que no conviene subir el arancel, porque teme que al hacerlo, por huir de una crisis, puede caer en otra, seguramente más peligrosa.

Pero ¿dónde está aquí el libre cambio? ¿Es que [2919] pretendemos nosotros bajar los aranceles de la altura a que se encuentran? No; esto nadie lo ha oído. Y tratándose de un artículo como el trigo, que paga ya el 25 por 100 de su valor, puesto que en la aduanas satisface 10 reales y céntimos por fanega, y la fanega de trigo está bien pagada a 40 reales, de donde resulta que gana el agricultor y hasta el especulador que acapara el grano, ¿puede llamarse libre cambio la existencia de este derecho arancelario? En todo caso, Sres. Senadores, será ésta una cuestión a discutir, pero nunca ha sido bandera de un partido; nunca las cuestiones de libre cambio y de protección fueron bandera de un partido, porque en todos ha habido librecambistas y proteccionistas; pero aquí en el Gobierno, como Ministros, no debe hacer ni lo uno ni lo otro, porque no se gobierna a los pueblos con principios exclusivos de escuela.

Hemos hecho, Sr. Duque de Tetuán, cuanto hemos podido, y si no hemos llegado a más, ha sido porque no era posible hacerlo; pero tengo la pretensión de creer que cualquier otro partido que se hubiese hallado en este puesto, no solo no hubiera hecho más, sino que no habría llegado a tanto. Ésta es una apreciación mía que opongo a las de S.S.

Ha terminado S.S. presentando la situación del partido liberal y de las mayorías a su manera; y como el deseo persuade mucho, ha manifestado creer que sobrevendrán las consecuencias que S.S. desea. Hasta ahora no se ha manifestado descontento de mi dirección nadie más que S.S.; S.S. podrá tener razón; pero más natural es creer que la tengan los demás. No ya mis amigos del Parlamento, sino los que tengo fuera de él, que son muchos, Sr. Duque de Tetuán, no han dicho que les parezca mal mi dirección. Ésta no les ha parecido pesada, porque yo soy un hombre llano, sencillo, amable con todos, y, como es natural, más amable con mis amigos. No soy de los jefes de partido que no tiene en la cuestión de conducta más norma que su voluntad. Yo oigo las aspiraciones de mis amigos, estudio su espíritu y sus sentimientos, y con arreglo a ellos camino.

A pesar de acaudillar un partido de elementos tan diversos, se mantiene perfectamente la disciplina bajo mi dirección; y esa diversidad de elementos es indispensable, porque no hay partido liberal en Europa ni fuera de ella hoy, que no esté así constituido; gracias a lo cual las ideas liberales han podido predominar, y adquirir las Monarquías una fuerza que es inútil reconocer. Pues bien; un partido así constituido se mantiene fuerte y unido bajo mi dirección, que a S.S. le parece tan reprensible y que ha de traer consecuencias tan desastrosas, no solo para el partido sino para las instituciones y para el país. La política que bajo mi dirección se va desenvolviendo por este gran partido, lejos de producir consecuencias funestas, lo que ha traído es el afianzamiento de las instituciones y la pacificación moral del país. No tenía, no, S.S. derecho para pronosticar aquí desastres. Únicamente podrán venir esos desastres si dentro del partido hubiera muchos individuos como S.S. Entonces sí que el partido se descompondría, habiendo en él elementos que imiten su conducta. (Muy bien, muy bien). No tenga S.S. cuidado, que ya iremos abordando todas esas cuestiones en el sentido que desea; porque en cuanto a moralidad podrá igualarnos algún partido, pero aventajarnos ninguno.

En las cuestiones económicas haremos lo que exijan las necesidades del país; y en cuanto al afianzamiento de las instituciones, esté seguro S.S. de que el partido liberal no ha de tomar ningún camino que no conduzca a su afianzamiento y prosperidad. (Muy bien, muy bien). Su señoría sí que podría hacer daño al partido, sino tuviera mi protesta por delante, al presentarle como causando una serie interminable de desgracias para las instituciones y para el país. Afortunadamente el país palpa y siente lo contrario, y además, estoy yo aquí para protestar de esa gran injusticia, que si lo sería viniendo de los adversarios, lo es mucho más partiendo de los que se llaman amigos. Si S.S. quiere continuar siéndolo, me alegraré mucho, pero como deben ser los amigos de un partido, no como lo ha sido S.S. hasta ahora. (Muy bien, muy bien). [2920]



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